
La saga de encuadernadoras rebeldes
- On 5 octubre, 2015
- 0 Comments
Hasta hace poco los buenos momentos se atesoraban, hoy se almacenan. ¿La siguiente generación heredará nuestro legado y recuerdos familiares en discos duros y memorias USB? Se está perdiendo el ritual casi sagrado de poseer un álbum familiar o un libro de tapa dura, objetos que pasaban de mano en mano; referentes palpables de nuestras coordenadas personales. La foto revelada, el papel impreso, la encuadernación personalizada, mantiene todos nuestros sentidos despiertos, hay que tocar, oler, sentir. Existe la textura, el gramaje, la temperatura. Sin embargo experimentamos una carrera loca por almacenar nuestra memoria en todo tipo de dispositivos tecnológicos. Seguro que en años venideros el legado histórico será valorado por el tamaño de los gigabytes de almacenamiento. Por suerte existen pequeñas células rebeldes ante esta inquietante realidad. Son los guardianes de la memoria. En este caso es una guardiana. Carmen Sanchez, encuadernadora de toda la vida de Sants. Ella me enseñó que la encuadernación protege el libro y envuelve el legado espiritual e intelectual de la humanidad. La encuentras en su taller lleno de herramientas, cuadernillos a medio coser, guillotinas de papel, frascos de cola, hierros ornamentales y grandes pilas de encuadernaciones en tafilete, chagrin o vitela.
“La encuadernación es piel, calor, tacto y delicadeza” me dice convencida Carmen dentro su taller. Al acceder dentro, me transporto al pasado, así debían ser los talleres de los antiguos artesanos, silencio, precisión, respeto por el trabajo y el desarrollo de un arte objetivo al servicio de la sociedad. Me hacen palpar diversas texturas y sentir el “caliu”. Se toman su tiempo. Me explican las diversas técnicas de encuadernación y su proceso de trabajo. Con emoción Carmen me cuenta su historia. La encuadernación le viene de familia, su madre trabajó 50 años en Guarro Casas, mítica fábrica de papel, fundada por Ramon Guarro en 1698 en La Torre de Claramunt de Capellades. Carmen decidió continuar con la tradición desde 1989. El 5 de feberero de ese año abrieron las puertas de An-Car, el día de Santa Águeda, patrona de las mujeres que mandan. Al principio ella y su esposo José estaban en un pequeño local de la calle Gayarré 43, tan pequeño que las resmas de papel se apilaban una encima de otra de 500 en 500. Hoy están en el número 12 de la calle Vint -i- Sis de Gener. Un lugar de peregrinaje para estuchistas, diseñadores y otros encuadernadores que buscan material y consejo. Carmen aprendió el oficio de su madre y de encuadernadores de larga tradición como los Domenech, Brigalla, Bueno, Olivella, entre otros. El nombre An-Car viene de un juego de palabras de su infancia, son las iniciales de su nombre y el de su hermana (Ana). La fuerza de la saga de estas mujeres dedicadas a la encuadernación me da una pequeña esperanza de que mis futuros nietos encuentren un grueso álbum familiar, con la foto de su abuelo caminado por la calles de Sants, intentando atrapar el tiempo y la memoria.