La Historia Sin Nombre
- On 13 agosto, 2012
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Cuando Thierry-Roland salió del garito a las 3 de la mañana empezaron a llover pétalos de rosa y no tenía paraguas. Se quedó bajo el dintel de un portal esperando a que amainara la lluvia. Siempre olvidaba el paraguas en casa cada vez que iba a llover y siempre que iba a decir algo indebido sonaban los teléfonos, timbres o se caía algún libro de las estanterías para que no lo hiciera.
Es que Thierry-Roland se caracterizaba por no saber interpretar las señales y tampoco sabía ponerle nombre a las cosas que le ocurría. Que no eran pocas.
Mientras esperaba en el portal vio de pronto a una niña que se le acercaba sonriendo. No tendría más de 7 años y su sonrisa iluminó tanto la calle que el canario que dormía en el piso de arriba se despertó y empezó a entonar una alegre melodía. De pronto algunos recuerdos de Thierry-Roland comenzaron a iluminarse aunque en ese momento no supo indentificarlos. Además se puso de buen humor, cosa rarar en él, ya que siempre anda un poco serio, es que como no sabe interpretar las señales, a veces se pierde cosas muy divertidas y el pobre piensa que sólo le pasan cosas aburridas, si abriese los ojos!!!
“Abre los ojos y ven conmigo” le dijo risueña Rita Blue Misterio y le alargó la manita al rudo Thierry-Roland.
“¿Tú quien eres?” Preguntó Thierry-Roland.
“Una interprete” respondió la pequeña Rita Blue Misterio.
“¿Una interprete de qué?”
“De señales… dame la mano y vamos a pasear”.
“Nos vamos a mojar”.
“Los petalos de rosa no mojan, sólo te acarician y por quedarte ahí medio escondido te estas perdiendo una lluvia de caricias ”
Thierry-Roland sonrió y sin saber porqué se dejó llevar por la manita de Rita Blue Misterio.
Caminaron bajo la lluvia de pétalos de rosa por una angosta calle que por lo general era transitada por muchos coches a todas horas, salvo esa hora, la que no existe.
Thierry-Roland no se dió cuenta de esta señal, en este caso lo perdonaremos, ya que era la primera vez que recibia una lluvia de caricias.
“Esto se llama Serendipity” respondió Rita Blue Misterio antes de que Thierry-Roland preguntase.
Ambos rieron a la vez. Él ya empezaba a entender y sus ojos comenzaron a abrirse. La sonrisa de Rita Blue Misterio volvió a iluminar sus recuerdos, que cada vez tomaban más forma.
De pronto cesó la lluvia, Rita Blue Misterio soltó su manita y salió corriendo.
Thierry-Roland la siguió y al voltear una esquina la encontró observando un vestido rojo colgado en una farola. Como Rita Blue Misterio no alcanzaba a coger el vestido, Thierry-Roland la ayudó, también la ayudó a recoger una barra de rouge, un perfume y un par de tacones.
“Esto es señal de que me tengo que ir” respondió Rita Blue Misterio antes de que Thierry-Roland preguntase. Ya no reía. Tomó las cosas entre sus manitas y nuevamente hechó a correr, esta vez, a una velocidad que no era propia de su edad. Siguiendo un impulso Thierry-Roland empezó a correr tras ella por calles y plazas hasta que el portal de un vestusto edificio; con todas la luces apagadas, se abrió de repente y la inocente figura de la niña fue engullida por la oscuridad.
Thierry-Roland no se amedrentó y empezó a subir las escaleras a grandes zancadas. A los lejos ya no se escuchaban los delicados pasos de Rita Blue Misterio sino más bien el pisar de tacones.
“Si cruzas la puerta ya no podrás volver” le advirtió Rita Blue Misterio.
Thierry-Roland hizo oidos sordos a la advertencía y cruzó la puerta que se cerró tras él estrepitosamente. Todo estaba en penumbras. Atravesó pasillos y pasajes, puertas y habitaciones, las paredes estaban descascaradas y llenas de humedad. Hasta que llegó a una estancia totalmente vacia salvo por un velo que cubría una parte de la pared. Ahí encontró a Rita Blue Misterio vestida de rojo, encima de los tacones, los labios pintados de rouge y oliendo a perfume. Todo le que quedaba grande.
Rita Blue Misterio y Thierry-Roland cruzaron miradas mientras ella corría el velo que escondía un agujero muy negro.
Antes de que Rita Blue Misterio se perdiese dentro del oscuro agujero Thierry-Roland fue tras ella y tomó su mano. En ese preciso instante Thierry-Roland se iluminó por completo; había recordado quién era y una sonrisa dibujó su rostro.
Fuera nuevamente empezó a llover.
Texto original de José Luis Infante
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