
José, el tendero de Sants que te llena la cesta de tradición
- On 25 julio, 2015
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En 1956, año del primer Festival de Eurovisión, nació José Jubierre, tendero de un pequeño y entrañable comercio de la calle España Industrial 15, en Sants-Montjuic. Una tienda de ultramarinos que hasta el día de hoy surte de género, principalmente comestible, a los vecinos del barrio. Su nombre: “Alimentación Jubierre”
José, es un hombre pulcro, ordenado, de maneras delicadas y de trato amable. Siempre va con guardapolvos blanco y con un gesto de añoranza me va contando su historia, a la vez que atiende de manera muy cercana a los clientes que van llegando. Observo como se desenvuelve en su oficio de tendero, no sólo despacha género, también consejos, sonrisas y abrazos. “Antes, un buen tendero era una mezcla de confesor de barrio y psicólogo de cabecera. Además, necesitaba ojo de banquero para ver a qué cliente le podía vender a crédito”, me cuenta y lo compruebo con su clientela y con el libro de cuentas que lo siempre lo acompaña.
José es la tercera generación de una familia de tenderos que llegaron a Barcelona procedentes de Calandra de Teruel en 1927. Su padre, ni bien casarse, abrió las puertas de este lugar en 1948 donde nació y pasó sus primeros años de vida el protagonista de esta pequeña historia. Me cuenta que de niño fue testigo diario del ir y venir de los trabajadores de la empresa textil de lo que hoy es el Parque de la España Industrial. Por la estrecha calle donde se ubica su colmado pasaban cada día unos 2,000 trabajadores. Era un río de gente que desbordaba las callejuelas circundantes a diario, interrumpiendo la calma de la pequeña comunidad que tenía como lugar de encuentro íntimo su colmado.
José Jubierre ofrece un verdadero servicio al cliente. Por ejemplo, algunos vecinos de confianza le dejan la llave y nuestro tendero les deja la compra dentro de la nevera. Él se siente orgulloso de haber tejido esta red comercial/sentimental a través de los años y de continuar a sus 56 años con el legado familiar.
Oficios como el suyo me hacen ver que las nuevas formas de comprar, aunque nos ahorran tiempo, nos quitan socialización e interacción con nuestro entorno inmediato y nos aíslan. Vale la pena ayudar a mantenerlos, ya que nos recuerdan, que a veces, lo que necesitamos está cruzando la calle, a pocos pasos de distancia.
Las guirnaldas del proyecto de RE-cuperación de la memoria poco a poco van dibujando un mapa de oficios y lugares que no deberían desaparecer.