
El último ceramista Batllori, 8 generaciones moldeando la historia de Sants-Montjuic
- On 8 abril, 2015
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La bulliciosa actividad de los comercios de la Carretera de Sants se convierte en lejano rumor al traspasar la puerta de la calle Cros 5. Dentro, el tiempo es otro, cuando “Sants” era “Sans”, las calles eran de tierra y aún se pagaba peaje a los “Burots” (Antiguos aduaneros de carretera) para entrar y salir con mercancías a una Barcelona en blanco y negro que aún perdura dentro de Casa Batllori, una de las más antiguas fábricas de cerámica y cacharrerías de la ciudad y con la cual inauguro una serie de post sobre aquellos lugares llenos de un misterioso encanto y que guardan oficios casi de otra época, dentro del proyecto de RE-cuperación del espacio y la memoria en Sants-Montjuic.
El primer Sr. Batllori de esta larga saga de ceramistas puso manos a la obra y comenzó a moldear su propia historia allá por 1793, abriendo su obrador en plena Guerra de los Pirineos. Principalmente producía recipientes para las fabricas textiles, confiterías y fábricas de conservas. También materiales de construcción y para las tiendas conocidas como de “Plats i Ollas” a las que proveían de morteros, escurrideras, vasijas para olivas y demás “Cacharros”. De ahí el sobrenombre de “Cacharrería”. En la época del modernismo llegaron a fabricar bellísimos jarrones decorativos de grandes dimensiones. Todavía queda uno en la parte de la tienda de cara al público y fue diseñado para un fastuoso palacete de la familia Güell. Me transporto con la imaginación a ese palacete y lo veo cubierto por lienzos de Santiago Rusiñol o de alguno de sus compinches de la taberna “Els Quatre Gats”, entre quienes se encontraba un joven Pablo Picasso.
Todo esto me lo cuenta el último Sr. Batllori, ocho generaciones después, sentado en su despacho, que más parece una tienda de antigüedades y de misteriosas curiosidades. Don Andrés nació en 1937, durante la guerra civil y actualmente tiene 77 ágiles años. Es muy amable y discreto, me pide no salir en ninguna foto. No vaya a ser que su abuelo Francisco Batllori, quién me observa severamente desde una gran imagen colgada en la pared, se enfurezca.
Desde muy joven, Don Andrés ayudaba en las tareas del obrador, entre ellas la de repartir el género en un carro tirado a caballo. Recuerda que ir a Gràcia o Poble Nou les tomaba unas 6 horas en ir y volver. Salían muy pronto, sobre las 8hrs. y volvían sobre las 15hrs. Hoy, ese trayecto no dura más de 20m. en autobús.
Ya de mayor tomó las riendas del negocio y del equipo de ceramistas que trabajaban en la trastienda. Le pido, curioso, que me lo muestre y sin mediar palabras entramos al corazón del obrador. No puedo dar crédito a mis ojos, todo está casi intacto, los moldes, las vasijas, los cacharros y el gigantesco horno que yace dormido. En las mejores épocas llegaron a tener 12 empleados, los cuales daban forma a la arcilla que ellos mismo preparaban en Molins de Rei. En el obrador la amasaban y de ahí salía la materia para moldear delicadas piezas a mano en los tornos. Las piezas en serie, se producían en moldes. De la mano de Don Andrés, voy desentrañando el antiguo oficio de la cerámica.
Don Andrés acompaña su particular narración de los primeros tiempos del negocio familiar con fotografías, planos y escritos que demuestran el invalorable legado histórico que atesora. Internamente agradezco me haya permitido intervenir su espacio con las guirnaldas y con sus recuerdos haber podido construir este relato sobre su historia y la del barrio.
Cada vez tengo más claro que las guirnaldas del proyecto de RE-cuperación del espacio y la memoria, son el hilo conductor que me permite ir del presente al pasado del barrio. Uniendo a los niños y a sus familias con los sabios del pueblo, aquellos que guardan la memoria y la sabiduría de su comunidad. Como Don Andrés, el último de la saga de ceramistas Batllori de Sants.
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